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El V Encuentro Mundial de las Familias en Valencia, la perspectiva de un peregrino

Cultura

La semana pasada se celebró en Valencia en V Encuentro Mundial de las Familias. Mi hijo, que está recién casado, y su esposa asistieron a la conclusión del encuentro en calidad de familia recientemente creada (y con gran potencial para crecer). Yo fui como madre, suegra y futura abuela. Éramos tres de los peregrinos en una enorme concentración de mas de un millón y medio.

En España, cuando vas a cualquier evento, a un encuentro, o simplemente sales para cambiar de aires, es normal que te pregunten: ¿Te has divertido?. Como era de esperar ya me han hecho esta pregunta mas de una vez. He tenido que pensar con detenimiento mi respuesta para que no resultara extraña, pues la verdad es que no me he divertido. La experiencia ha sido de peregrinación con todo lo que conlleva. Fue dura, sin embargo tuvo unos aspectos positivos que aún estoy descubriendo.

Habíamos salido de Madrid en autocar a las ocho de la mañana (por supuesto que nuestro día empezó varias horas antes). La previsión meteorológica para el fin de semana era de calor, con aumento de la temperatura y cielos despejados, como es normal en la mayor parte de España durante esta época del año. Eso quería decir mucho sol y temperaturas de más de 35 grados y los pronósticos resultaron ser ciertos. El sol en toda su potencia y un calor sofocante nos acompañaron todo el camino.

Los preparativos de nuestro peregrinaje se habían llevado a cabo en la Fundación Nuevo Entorno. Partimos en dos autocares para Valencia más de 100 personas, adultos, jóvenes y niños. De camino a Valencia íbamos a parar a comer en Turís, un pueblo de la provincia a unos 35 kilómetros de nuestro destino. Las familias de la parroquia de Turís se habían ofrecido a acogernos en sus hogares. Nos dieron de comer y ofrecieron camas a los que no querían dormir a la intemperie en Valencia en la zona habilitada para los peregrinos. Se esperaban miles de peregrinos en los actos de clausura del encuentro mundial de las familias que serían presididos por Su Santidad el Papa Benedicto XVI, la vigilia del sábado y la misa del domingo.

En Turís, un pueblo muy hospitalario, pudimos apreciar el valor y significado de la extensa familia compuesta por los creyentes. Las familias de Turís que nos acogieron, eran sin lugar a dudas miembros de la gran familia espiritual y se portaron como tales. Nos ofrecieron una exquisita comida y nos hicieron sentir en casa y entre amigos. Comimos y charlamos durante 2 horas como si nos hubiéramos conocido toda la vida. Esta fue una buena experiencia en nuestro peregrinaje y otras la seguirían.

Después de la comida, los que íbamos a pasar la noche en Valencia nos despedimos y volvimos al autocar. Enseguida llegamos a la ciudad que se había engalanado para recibir al Papa. Banderas de todo tipo colgaban de las ventanas y los balcones. Había mujeres, niñas y hombres que iban emperifollados con su boyante atavío regional. Los colores de los peregrinos, amarillo y blanco, resaltaban por doquier en aquellas agitadas calles y plazas. Cientos, o quizás miles de personas iban afanadas, moviéndose con ardor como el que tiene una misión. Allí nos dejó el autocar en medio de toda aquella actividad y nosotros intentando encontrar el camino sin salir de nuestro asombro.

Llevábamos caminando una hora, o por lo menos esa sensación teníamos. Nos parecía que las mochilas pesaban más, que el sol quemaba aún más, que la multitud de personas era todavía más densa. El ayuntamiento había colocado rociadores por doquier para que los peregrinos pudiéramos refrescarnos, pero pasábamos todos de largo para no tener que contender con la muchedumbre que se amontonaba alrededor de las fuentes. Cuando por fin encontramos la zona asignada a nuestro grupo, la desilusión fue tremenda. Yo había accedido a dormir fuera, pues me había imaginado que sería como una acampada a la orilla del río. Me veía a mi misma envuelta en el saco, descansando plácidamente al frescor del césped. ¡Nada parecido a la realidad!

Primero nos instalamos en un polvoriento camino de tierra donde había un poco de sombra. Pusimos nuestras esterillas y sacos nítidamente colocados sobre la tierra y piedras. En realidad no había muchas otras opciones y allí se notaba un poco de brisa de la mar lejana. Así que el suelo polvoriento y pedregoso nos pareció mejor opción que la carretera que, cerrada al tráfico, se había habilitado para los peregrinos. ¡El asfalto ardía con tanto sol!. Las decisiones que íbamos tomando, los 8, mas o menos, que formábamos el grupo nos iban dando una fuerte sensación de camaradería. Estamos decididos a adaptarnos a las circunstancias y buscar lo bueno que hubiera en ellas. ¡Que buen rato pasamos bromeando y riéndonos de tan absurda situación!.

Se habían instalado unas grandes pantallas para que pudiéramos ver y oír los actos programados. El sábado por la noche muchísimas personas ya se habían acomodado alrededor de las pantallas. Sólo se cabía de pie. Después de pasar un rato de pie ante la pantalla, nuestro grupo decidió volver al lugar donde teníamos nuestras pertenencias y allí sentados en el suelo sobre las esterillas escuchamos la música y los mensajes mientras esperábamos pacientemente a que llegara el mensaje del Papa.

Escuchamos los mensajes alentadores de esposos y esposas, madres y padres de muchos países, expresados en sus propios idiomas. Las declaraciones de tantos testigos confirmaron en nuestros corazones la verdad que la Iglesia no deja de proclamar: que de acuerdo con el plan divino, el matrimonio y la familia son irreemplazables y no admiten otra alternativa.. La familia es un fundamento indispensable para la sociedad. Las palabras del Santo Padre hablaron a mi corazón de futura abuela: “La familia se compone no sólo de padres e hijos, sino también de abuelos y antepasados. La familia es una comunidad de generaciones y el garante de un patrimonio de tradiciones.”

El encuentro de las familias acabó el domingo por la mañana con la misa de clausura. Al acabar la misa vimos con emoción al Santo Padre salir del recinto en el papa móvil al pasar cerca del lugar donde nos encontrábamos. La multitud le vitoreaba y aplaudía y entonaba coros de afecto y apoyo, elevando las manos y agitaban sus brazos y banderas con ardor. Él les respondía con una sonrisa radiante y saludaba desde el interior de su vehículo. Se notaba que le había llegado el afecto evidente en las aclamaciones de la multitud y él les correspondía con su amor. Yo me quedé observando el intercambio entre el Papa y las personas allí presentes y pude reconocer una reciprocidad de afecto que era, sin duda, verdadera.

El V Encuentro Mundial de las Familias en Valencia ha concluido y con él nuestro peregrinaje. Pero el peregrinaje de nuestras vidas continúa con todas sus alegrías, fallos y decepciones. Hemos aprendido a reconocer el valor de las situaciones que son aparentemente imperfectas y descubrir en ellas lo bueno, lo positivo y lo beneficioso. El haber descubierto a nuestra extensa familia espiritual nos hará atesorar para siempre en nuestro corazón la comunidad de fieles que es la familia de Dios.